2 ESTUDIO
QUÉ ENTENDEMOS POR ESTUDIO
El estudio es la voluntad de llegar a comprender la verdad sobre algo, integrándola en nosotros para poder interactuar desde una esfera cada vez más completa de la realidad.
Cuando hacemos algo, conocer el mecanismo que subyace nos permite lograr un efecto más consciente, real y hermoso. Pongamos por ejemplo que, sin yo saberlo, tengo un pincel invisible en mi mano. Cada vez que haga un gesto con mi brazo, ese pincel pintarrajeará el
aire a mi alrededor, creando una imagen sin sentido de líneas y trazos dispersos, pues yo no conozco la existencia del pincel. Pero si yo sé que tengo ese pincel, y que cuando muevo la mano, deja un rastro, podré dirigirlo voluntariamente y crear con él bellas imágenes, formas y frases, ¡podré incluso escribir un libro! Esa es la diferencia entre ser consciente de algo y no serlo, y el estudio es el medio que nos permite conocer las magníficas entretelas de nuestro mundo.
En nuestra voluntad de estudio está avanzar siempre hacia una percepción más exacta de la inmensidad de la existencia, la naturaleza, la vida y el ser, que nos permita acceder consciente y operativamente a nuevas cotas y planos de manifestación, contribuyendo así a la autoconsciencia universal, esto es: a que el universo, el todo, Dios, se conozca a sí mismo.
CUÁL ES EL OBJETIVO
El objetivo del estudio, tal como nosotros lo enfocamos, es promover activamente la evolución de la conciencia del ser humano.
Todo propósito requiere para su logro un estudio previo: análisis del contexto, variables a tener en cuenta, proyección de posibles resultados (hipótesis), planteamiento del método más adecuado, etc. Sin estudio, en realidad seríamos como hojas al viento, sin voluntad creadora ni evolutiva.
A nivel individual, la finalidad del estudio es lograr la virtud de la personalidad: cuanto más estudiamos desde una perspectiva conocedora, curiosa, fascinada de la inmensidad de la creación, más nos damos cuenta de las fuerzas que mueven la vida, más trascendemos la pequeñez de nuestros propios puntos de vista limitados y menos dramas egoicos nos hacen perder el tiempo vital de la conciencia. Cuanto más sabemos, más sabemos que no sabemos. El estudio genuino nos hace humildes, muy al contrario que intelectualistas en busca de acumulación de datos, nuestro estudio debe entenderse siempre como una herramienta de encuentro con el alma, de disposición al servicio de la vida, del amor, de los demás seres y de la evolución en sí misma, plan de la existencia.
A nivel colectivo, el estudio es el medio que nos permite acelerar la trama evolutiva de la conciencia y de la especie. Solo se puede intervenir sobre aquello que se conoce: el conocimiento es la puerta que nos permite acceder a nuevas y mayores realidades. Cuando conocemos o aprendemos algo, abrimos en nosotros la posibilidad de experimentarlo y de
expresarnos en esa nueva realidad recién conocida, y así interactuar en ella. Y no solo abrimos esa posibilidad para nosotros, sino también para nuestros compañeros de especie, puesto que guardamos una misma conciencia colectiva en permanente comunicación evolutiva.
Un físico dijo una vez que el universo no está hecho de materia, sino de información (Vlatko Vedral). El estudio profundo nos permite transformar esa información en conocimiento, y este conocimiento nos permite interactuar cada vez con mayores aspectos de realidad, hasta ese momento inaccesibles para nuestra conciencia. Es por ello que la evolución es el resultado del conocimiento; evolucionar es integrar el aprendizaje de forma que sumamos esa nueva frecuencia aprehendida a nuestra estructura energética, algo que, por supuesto, se reflejará en todo nuestro ser (cuerpo físico, mental, emocional…), individual y colectivo, permitiéndonos nuevas expresiones de vida y de ser.
Así, el aprendizaje de nuestros ancestros, la sabiduría erigida durante milenios por todas las mentes y seres actuantes, sintientes y pensantes, permiten un punto de partida más avanzado del que ellos tuvieron en su momento. Integramos la parte instintiva y emocional de ese conocimiento transgeneracional en nuestro ADN, y a través del estudio integramos la parte mental, consciente y operativa, que nos permite seguir evolucionando como especie, generación tras generación, sin necesidad de repetir los mismos errores.
El verdadero estudio supone un esfuerzo de síntesis donde todo el conocimiento de la humanidad es recopilado, analizado, interrelacionado y reunificado constantemente. Todo lo que como raza hemos aprendido y trascendido hasta el momento se disgrega, se examina y se extrae de ello la esencia más pura, las líneas de expresión: la verdad. Este trabajo es imprescindible para separar lo falso de lo real, para revisar y reestructurar lo conocido desde cada nuevo escalón evolutivo alcanzado, facilitando así alcanzar el siguiente. Y como todo está en constante movimiento y cambio, esta labor de estudio ha de ser también constante.
A mayor conocimiento, mayor evolución. Por eso estudiamos: para servir activamente al plan evolutivo de todos los seres, y en especial del Ser Humano.
El estudio busca la generación y custodia del “almacén de conocimiento de raza”, para facilitar su evolución, su despertar y su conciencia. Esforzarnos conscientemente por, mediante el estudio individual y grupal, reforzar este campo de conocimiento humano colectivo, es de una utilidad difícilmente narrable; sus efectos deben ser sentidos, pues
trascienden nuestra comprensión racional. Es por ello que el estudio consciente y desinteresado de sí mismo es siempre una característica de un servidor del mundo, y este es el objetivo real del estudio así enfocado, que es pilar en nuestra Escuela.
CÓMO LO HACEMOS
Nuestro estudio está enraizado en el necesario equilibrio entre razón, ciencia y fe. Ciencia y espiritualidad son en realidad manifestaciones de la misma voluntad conocedora: ambas buscan exactamente lo mismo, que es acercarse a la verdad, comprender la realidad del ser. En lugar de negarse mutuamente, hemos llegado a una encrucijada en la evolución del conocimiento humano, en la cual solo es posible continuar avanzando desde una integración de ambas perspectivas. Ciencia y espiritualidad son las dos caras de la misma moneda; la física cuántica ha chocado de lleno contra el muro de la conciencia, y solamente escuchando y estudiando verdaderamente los preceptos de la llamada “sabiduría perenne” podrá llegar la ciencia a novedosos postulados que le permitan continuar investigando desde un nuevo nivel, de infinitamente mayor potencial conocedor que hasta ahora. Un inminente cambio de paradigma científico es presentido por muchos, donde, como decía Einstein, “el mayor peligro para la ciencia será una mente cerrada”.
Debemos por tanto aunar esfuerzos en el camino del estudio y el conocimiento. Cada uno de nosotros es una “perspectiva de Dios”; cada pensador, cada perceptor y ser sintiente es una perspectiva única, y ninguna perspectiva concreta puede contemplar la realidad tal como es. Solamente sumando todas esas perspectivas podría comenzarse a dilucidar qué es en realidad la realidad. Pero si negamos la perspectiva del otro porque no la comprendamos, entonces nos quedaremos solo con nuestra pequeña porción de realidad, y cualquier avance será imposible.
Lo fundamental para que esta suma de conocimientos ocurra es el respeto y la humildad: dejar a un lado ciegos dogmas religiosos, así como trascender la necedad científica de pensar que podemos comprender la realidad con un solo método.
Los conocimientos espirituales y metafísicos son perfectamente integrables y utilizables por los científicos, sin caer en incongruencias irracionales o supersticiosas, sino expandiendo sus límites concretos. Pero hay un problema: al igual que en ciencia existe algo que llamamos “suficiencia investigadora”, que pasa por ser garantía de que un investigador tiene rigor suficiente para ser aceptados sus estudios dentro de la comunidad científica, y que es lograda al demostrar conocimiento y aptitud obtenidos a través del
profundo y sistemático estudio de los métodos y preceptos de la ciencia moderna, así también un investigador espiritual, un metafísico, debe obtener esa “suficiencia” que garantice que sus axiomas están correctamente fundamentados. Y esto es justamente lo que hacemos con el tercer pilar de nuestra Escuela, el estudio: fuente de discernimiento que garantice la sobriedad y fundamento de nuestras consideraciones, y sea punto de encuentro inteligente para todas las disciplinas que busquen verdad.