En Fundación Viguelut sabemos de la importancia e influencia benéfica que ejerce el grupo hacia el individuo, y que esa influencia es esencial para su correcto desarrollo. El grupo es como un espejo para el individuo, lo confronta y complementa. Por eso es indispensable que tanto el grupo como el individuo compartan un código que les guíe e impulse hacia algo más allá de sí mismos.
Un ideario es el alma de cualquier grupo, lo nutre, completa, une y guía hacia un propósito común que, a través de la experiencia y con su esfuerzo, disciplina y compañerismo, forja lazos y lealtades. Si observamos la naturaleza, todo se basa en conexión, unión y cooperación. Cuando hay coherencia y armonía, cualquier situación tiende al orden, incluso algo tan pequeño como un circuito neuronal se organiza geométricamente. Cualquier organización que pretenda perdurar en el tiempo debe tener claro cuáles son sus fines e ideales y rodearse de seres humanos afines a su propósito.
En el caso de Fundación Viguelut este código lo basamos en esa Sabiduría, esa Verdad que traspasa el tiempo y el espacio y que no conoce de razas, credos ni fronteras y es perenne. Sus valores se ramifican en diferentes virtudes, pero todas ellas tienen un denominador común: la Voluntad de Servicio.
Analizando la historia vemos que aquellos que se han definido como verdaderos héroes siempre han estado al servicio de los demás, adoptando virtudes y demostrando fortalezas que nacen de la inspiración por el servicio. Ningún héroe se ha creado ni ha luchado solo, siempre ha formado alianzas.
Todo verdadero héroe se inicia con un viaje, y para ello, tiene que saber morir. Y para saber morir, hay que saber vivir.
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